La voz y máximo activo de QUEENSRYCHE visitaba de nuevo Madrid bajo unas circunstancias que
prometían que íbamos a asistir a un concierto para disfrutar: un vocalista carismático que se
encuentra en un momento de forma aceptable que le permite conservar la voz, una banda
competente y una sala que, lejos de la magnitud de los macro conciertos, permite tomarte el lujo de
ver al artista a escasos metros de distancia, detalle muy importante si de lo que se trata es de
saborear un espectáculo donde lo importante es… La música, y nada más.

Como artista invitado figuraba la banda Ivory Lake, que en realidad es el nombre del proyecto en
solitario del multi instrumentista Josh Watts, originario de Sheffield pero afincado en el sur de
España. Se presentó acompañado únicamente de su guitarra acústica y nos ofreció un set breve de
resultado desigual.

Comenzó con dinamismo, marcha y fuerza pero esa positividad duró dos temas, y “Pillows” dio
paso al verdadero espíritu de su actuación, un intimismo que llevado al exceso tiene el peligro de
propagar el desinterés en una audiencia que busca que se caliente el ambiente de cara a la descarga
de la figura que han venido a ver. “Fuck around and find out” subió un poco las pulsaciones, pero
en seguida “Everything is fine” devolvió las cosas al guión previsto por Watts, buen músico capaz
de dar más de sí.

A las nueve y media de la noche “Empire” daba el pistoletazo de salida a la actuación de Tate, que
esta noche estuvo flanqueado por tres guitarristas Darío Parente, Amaury Altmayer y James
Brown y acompañado por la base rítmica formada por Jack Ross al bajo y Danny Laverde a la
batería. Aunque el tópico dice que las comparaciones son odiosas, debido a la canción que estaba
sonando mi mente se trasladó a 1991, en la única vez que vi a Queensryche en directo, y aunque
Chris DeGarmo pueda parecer insustituible, el triunvirato de las seis cuerdas que tenía en frente
saca adelante el repertorio con mucha solvencia, favorecido por un sonido claro y limpio que nos
permite apreciar con total nitidez la capacidad y potencial de estos músicos. Otra cosa es lo que
sucede tras los tambores… La manera de tocar de Scott Rockenfield era brutal.

Pero volvamos al presente, porque ahora los temas de la banda norteamericana lucen mejor con
Tate a la cabeza que interpretados por los propios Queensryche de la actualidad, algo que, por si
todavía no lo teníamos claro, quedó patente con “Desert dance”, “I am I” y “Sacred ground”.
Veo a un Geoff Tate cómodo, a gusto, disfrutando con lo que está haciendo y esa sensación se
traslada a la audiencia, que ya da muestras de que se lo está pasando en grande. A continuación,
nuestro protagonista coge el saxo para interpretar “Thin line”, lo mejor de la noche. Además de ser
todo un temazo, lo compacto del sonido y la actitud de la banda contribuyen a que estemos viviendo
el momento más sobresaliente… que prosigue con tres populares (y buenísimas) canciones que
hacen que el público se venga arriba y las cante junto con el grupo.

Me refiero a “Operation
mindcrime”, “Breaking the silence” y “I don`t believe in love”. Casi nada!!!
Y ahora toca cambio radical. El estilo musical da un giro total ya que llegan “NM156” y
“Screaming in digital”. En este momento tenemos la sensación de que estamos escuchando más de
lo que está sucediendo encima de el escenario. Y para evitar suspicacias el propio Geoff Tate lo
corrobora. Da un pequeño descanso a sus músicos y nos comenta que le gusta mucho interpretar
estos dos últimos temas pero que sería imposible hacerlo si no fuese por la tecnología. También nos
dice que en los ochenta y noventa jamás hubiera imaginado que a estas alturas (más de treinta años
después) seguiría cantando aquellas canciones porque iban a estar aun vigentes y que había actuado
en sesenta y seis países diferentes porque todavía lo que más le gusta es subirse a un escenario.
-”Después de terminar la última gira, tras estar once días en casa, me di cuenta que tenía que
volver porque lo que más me llena es estar aquí con vosotros”, sentenció.

La recta final del show se inicia con “Walk in the shadows” y después con otros dos clásicos: la
entrañable “Another rainy night” y “Jet city woman”.
Sin perder la sonrisa pero con gesto profundo y sentimental, Tate se vuelve a dirigir a los fans para
comunicar que llegamos al final, y será con algo muy especial para él, porque sabe que lo que
estamos a punto de escuchar ha sonado en bodas, funerales y… en momentos íntimos…
Y “Silent lucidity” comienza a sonar…
Los bises se inauguran con la original de Pink Floyd “Welcome to the machine”, y la noche se
remata con “Take hold of the flame” y el trallazo (acertadísimo) “Queen of the reich”.
Una hora y media exacta donde las tres C (clase, calidad y categoría) sirven para definir lo que
hemos presenciado, pero he echado de menos algo. Viendo el espíritu de lo que Geoff Tate ha
querido mostrarnos hoy, quizá “Best I can” y “Revolution calling” no deberían haber faltado.
Crónica: FERNANDO SÁNCHEZ
Fotografías: MIGUEL ÁNGEL PRÍNCIPE
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