Quienes me conocen saben que llevo poco tiempo viviendo en el norte. Por eso, yo no conocía el festival Raposu Rock, y, ahora que ya lo conozco, sólo puedo contar cosas buenas de este evento anual. Como introducción, cabe indicar que se trata de un acto solidario, que lleva ya unas cuantas ediciones en su historia, cuya principal misión es la recogida de alimentos y de donativos, destinados a colaborar con la constante acción social llevada a cabo por la llamada «cocina económica» de Oviedo, la capital del Principado de Asturias. Para muchos, entre quienes me incluyo, es una magnífica excusa para, a cambio del precio muy asequible de una entrada a la Sala Acapulco de Gijón, disfrutar de nada menos que cuatro magníficos conciertos de grupos de la zona. Porque sí, los cuatro grupos asistentes al evento PRIPYAT, JEREMÍAS EL BABUINO, SACAVERA y DRUNKEN BUDDHA que esta noche donaban sus cachés a la causa, dieron todo su potencial y su calidad y nos hicieron pasar una noche muy divertida.

Pero antes de hablar de los conciertos hay que hablar de una mujer increíble, Rheme Peláez, alma y motor de este Festival. Si bien hay todo un equipo detrás de ella encargándose de que todo salga perfecto, esta menuda pero enérgica mujer consiguió, una vez más, no sólo agrupar a cuatro buenas bandas de Rock Duro y Heavy Metal, y a un numeroso público. Al día siguiente de la jornada musical, la organización del Festival informaba de las cantidades conseguidas: 2.500 kilos de comida y 1.900 euros empleados en comprar aceite de oliva. Es justo dedicar un sonoro «¡Enhorabuena, bien hecho!» a Rheme y a su equipo, sin duda. Haber contribuido a poner una gotita de agua en ese mar de solidaridad y camaradería es, además, una gran satisfacción. Y pasarlo allí tan bien como lo hicimos todos es un plus añadido que hay que agradecer. Pero vamos a repasar los cuatro conciertos de la noche. En esta crónica no habrá apenas nombres propios ni títulos de canciones, porque esta noche lo que importaba era la solidaridad y la generosidad. Pero la música sonó como os cuento ahora.

Tras acceder a la Sala Acapulco y dejar en un rincón nuestras pequeñas aportaciones en forma de comida no perecedera, empezaba a sonar la música y cada grupo contaba con tres cuartos de hora de actuación. Los primeros fueron los gijoneses PRIPYAT, un trío de Punk Rock «macarra» bien ejecutado. Con su disco Paraíso Terminal en su currículo, llenaron la sala con sus mensajes de denuncia y reivindicación en sus letras. Denunciaron, entre otras cosas, el estado de la sociedad actual, frío e insolidario (con algunas excepciones, como la de esta noche, precisamente), y atacaron de frente el incomprensible repunte actual de actitudes nazis, todo ello con su cantante ofreciendo una voz enérgica al mismo tiempo que nos regalaba algunos solos afilados y precisos, y con una buena pegada en el bajo y en la potente batería. Tras agradecer a Rheme por su gran esfuerzo de esa noche, y recordar a la banda que esa noche no pudo estar y a la que sustituían, BRUTALFLY, lanzaron la que podría ser la frase de la noche: «el Rock o ye solidario o no ye Rock«, cuánta razón. Y es que llevan un nombre no solo con fonética sino incluso con caligrafía cirílica, pero no dudaron en entonar un tema en su bable natal, acompañados de un colega que podía presumir también de buena voz. PRIPYAT cumplió perfectamente su misión de comenzar a caldear el ambiente.

El siguiente era JEREMÍAS EL BABUINO, y teníamos delante a un quinteto con dos guitarristas. En este caso traían ritmos Hardcore, donde, aparte de los afilados solos de guitarra, destacaba la potencia de su bajista, aportando agresividad tanto en su instrumento como en sus nada tímidos coros, y sonaban algunos tonos más «machacones» gracias a la potencia de la batería, todo ello dando respaldo a la voz principal, a menudo recitada y con algunas influencias notables. De nuevo, nos encontramos con mucha denuncia social, directa y sin rodeos, y recordaron, entre otros temas, la poca importancia que se da a algo tan serio como es la salud mental. Nos contaron que estaban grabando esta actuación para una próxima publicación en directo, y desgranaron los temas de su disco Asfixiado y algunos más. Lograron montar un pequeño wall of death, pero, sin duda, el momento más llamativo fue cuando su cantante recordó a un grupo de mujeres asturianas, entre ellas su bisabuela, que fueron asesinadas y lanzadas al mar en plena Guerra Civil Española, y les dedicaron el tema que cierra su disco, «Nin Olvidu Nin Perdón». Nos animó a participar separando coros femeninos y masculinos sin ningún tipo de rivalidad, y cerraron una buena actuación para un púbico tal vez menos duro y más hardrockero que lo que ofrecían ellos, pero que sin duda lo pasó muy bien y lo agradeció.

De nuevo volvíamos a tener un trío delante cuando salió SACAVERA, la novísima banda asturiana que presentaba su EP homónimo con sonidos algo más rockeros, urbanos, con toques Punk y metaleros para unos temas con mucha denuncia tanto política como social y con reivindicación en sus letras en castellano. Los tres componentes del grupo llevan toda la vida tocando en otros proyectos y decidieron unir tanto fuerzas como gustos para plasmar sus ideas en SACAVERA notándose así su experiencia en las tablas, con mucha soltura a la hora de tocar sus instrumentos y también para hacernos cómplices y partícipes de su actuación, si bien esta vez no hubo pogos ni se mezclaron con la gente. Con sonidos que podían recordar a mis adorados (y de tantos) MOTÓRHEAD o BLACK SABBATH, remataron un setlist guardado en sus cabezas, con afilados solos y una potente base rítmica, dejándonos a todos muy contentos y preparados para la descarga final que nos esperaba.

Pero antes de que el cuarto grupo ocupara el escenario, tuvimos a nuestra admirada Rheme Peláez, alma y motor del Festival, agradeciendo a todo el mundo su presencia y la entrega de productos alimenticios y donativos, y sacando números de una especie de zurrón, con la inocente ayuda de un jovencísimo asistente al evento, ya que se sorteaba un set de productos de merchandising donados por las bandas.

Y llegó la locura, el desparrame y hasta el salvajismo de DRUNKEN BUDDHA, lo que habíamos ido a buscar. Puro Rock N’ Roll, auténtica actitud «macarra» a la par que elegante (me gusta ver a artistas vestidos de artistas), otro quinteto (esta vez con un teclista con una historia personal que conocí después), que ofreció una ración abundante de diversión, bailes, risas y hasta sustos variados. Los primeros vinieron de parte de toda la banda, con melodías hardrockeras pegadizas, con coros que no dudábamos en gritar a pleno pulmón, y con movimientos y poses de todos ellos, que nos hacían sonreír, sin duda. Los sustos, otro placer en esta velada desenfrenada, vinieron de parte de su alocado frontman, que no dudó en subirse a las vallas (te perdono el fortuito «patadón» en el estómago, gajes del oficio, je je…), en saltar sobre el público y dejarse llevar por la marea humana, en rodar por el suelo, en hacer pogo con quien pillara… Más de una vez pensamos que se «mataba». Le puede y le mueve frenéticamente la pasión, la entrega, la histeria del puro Rock N’ Roll, y a nosotros nos encanta contemplarlo tan cerca.

Los gijoneses, que en algo más de una década de carrera pueden presumir de haber ido al Festival Wacken Open Air como finalistas del concurso de bandas noveles y quedar terceros, y de tener dos discos muy aclamados por público y crítica, desgranaron los temas de ambos trabajos. Aparte de que costaba quitar la mirada del histriónico cantante, que, como es habitual, acabó semidesnudo no mucho después de empezar y bañado (literalmente) en champán poco después, se notaba mucha cercanía y camaradería entre todos los músicos, pero especialmente con el teclista, Mario Herrero, y después me contaron que esta noche se despedía de las tablas, esperamos que temporalmente, por un problema de salud. Lo hizo por todo lo alto, con momentos muy intensos y sonoros en sus teclas. También estuvieron a una altura estratosférica el resto de miembros del grupo, con el bajista animando mucho a la gente y aporreando con brillantez sus cuerdas, mientras el guitarrista hacía lo propio con las suyas y nos ofrecía solos afilados en el escenario y mientras se mezclaba en el público, con algo más de calma, en comparación al desenfreno de su compañero cantante. Sin desmerecer el potente aporreo de parches en la batería, por supuesto. Son un grupo muy compenetrado, bien cohesionado, que sale a actuar con muchas ganas y se divierte mucho haciéndolo (esto en realidad se podría decir de todas las bandas participantes), que nos hacen participar constantemente de su fiesta, y todo eso se nota y se agradece. Cuando ya parecía que aquello se acababa, remataron con su única versión, la popular «Highway Star» de DEEP PURPLE, coreada por todo el mundo.

Y se acabó, unas cuatro horas después de empezar. Fue mi primera vez en este ¿pequeño? gran Festival asturiano de solidaridad casi infinita, extrema camaradería y muy buen rollo generalizado, en las tablas, en la sala, en el puesto de merchandising, ¡hasta en el guardarropa! Y no será la última, eso seguro, ya estoy pendiente de saber cuándo será la próxima cita con Raposu Rock, con Rheme Peláez, con las bandas que elija para la próxima edición, y con todo el público que, sin duda, volverá a llenar la Sala Acapulco de calor y fiesta, y el rincón que sea de solidaridad y generosidad. No es frecuente, en el frío mundo actual, encontrar actos tan altruistas y amables, es una pena, por eso se agradece mucho más cuando sucede.

Muchas gracias a todos por todo lo mencionado, y sobre todo a las cuatro bandas por su gran entrega, a la sala por su cálida acogida, y especialmente a la organización por las facilidades para poder ofreceros esta sencilla crónica y algunas fotos para recordar. Nos vemos en el próximo, sin falta.
Crónica y Fotografías: Mar Fuertes
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